El tubo que cambió la Historia del Arte | XLSemanal

2023-01-05 18:53:55 By : Mr. Samuel Wall

E l mismo Pierre-Auguste Renoir lo reconoció: «Sin la pintura en tubos, no habría Cézanne, ni Monet, ni Pissarro ni impresionismo».

El autor de esta revolución fue el norteamericano John Goffe Rand, un ebanista autodidacta, mecá

nico aficionado y pintor entusiasta.

Fue un invento suyo el que impulsó ese cambio en la Historia del arte. Ideó un sencillo tubo de estaño con tapón de rosca, un sistema de almacenamiento perfecto para la pintura al óleo que hizo mucho más fácil las creaciones al aire libre porque la pasta de color no se secaba, se trasladaba fácilmente e incluso se podía reutilizar lo que había sobrado.

Una cosa de apariencia tan sencilla como el tubo de estaño –que también se utilizó para pomadas, dentífricos y otros productos– propulsó movimientos artísticos como el impresionismo porque hizo posible la composición de nuevos colores y facilitó que los artistas crearan sus obras en el exterior durante largas sesiones sin los agobios y prisas provocados por el secado de la pintura en sus paletas.

A John Goffe Rand, un granjero estadounidense nacido en 1801, la idea se le ocurrió porque la pintura era su pasión: llegó a ser un retratista de cierto renombre. La inventiva le venía de familia: los Rand «eran muy intelectuales, religiosos y pobres», según refleja el libro The history of the Belknap County.

El joven John trabajaba en la granja paterna y aprendió el oficio de ebanista. Siempre fue inquieto y curioso. Se mudó a West Manchester y allí conoció a Samuel F. Morse. El inventor del telégrafo era muy aficionado al arte y pronto se hizo admirador de Rand, dueño de un talento especial para el retrato. Con la confianza bien alta por el apoyo de Morse, que fue unos de los fundadores de la National Academy of Design, el joven Rand se instaló en Boston, la meca de los artistas entonces. En 1828, a los 27 años, ya era el retratista favorito de los notables bostonianos y sus familias.

Entra en una época boyante: la ciudad de Nueva York le pide un retrato del general Lafayette; de Washington lo llaman para que pinte al presidente del Tribunal Supremo...

Pero Rand, siempre inquieto, sigue sin asentarse del todo. Se casa y se va a vivir a Londres. Se mueve bien y pronto está retratando a nobles e incluso a miembros de la familia real como el Duque de Sussex, hijo de Jorge III.

Es en esos tiempos de prosperidad cuando inventa el tubo de estaño con tapón de rosca. Ya había ideado otros ingenios, como un sistema de lentes para representar el tamaño exacto de los modelos de sus retratos.

La genial idea de Rand cambió la vida de los pintores. Durante siglos los colores se preparaban en los talleres de los artistas, era labor de los aprendices. Los pigmentos los obtenían en boticas o directamente de las canteras. Los molían y mezclaban con aglutinantes (como el aceite de linaza) y diluyentes (como la trementina).

Con el tiempo esa pasta colorida se secaba debido a la oxidación y no se podía usar lo que había sobrado. Para evitarlo, a partir de 1700 se guardaba la pintura en bolsitas de vejiga de cerdo: el artista las perforaba para extraer pintura y luego tapaba el agujero con una especie de chincheta.

Las vejigas eran incómodas y poco fiables: a veces reventaban.

John Rand patentó el tubo de pintura en 1841, buscó un socio, levantó una fortuna, vivió a lo grande, con sirvientes y carruaje propio en París. Pero se enredó en costosos pleitos para defender esta patente y otras: también creó un accesorio para pianos cuyo invento se atribuyó uno de sus empleados.

El hombre que facilitó el impresionismo y otros movimientos artísticos fue también afinador de pianos, creador de un sistema de aceleración de proyectiles, aprendió griego y hebreo para leer textos antiguos... y murió arruinado a los 72 años. «Nació y murió en una humilde oscuridad», afirmaba el obituario que le dedicó The New York Times.

Se utilizaron desde 1700 para guardar la pintura al óleo. El artista las perforaba para extraer los colores y luego las taponaba con una especie de chincheta. Eran incómodas, sucias y poco fiables: a veces se reventaban. El tubo de estaño con tapón de rosca fue su eficaz sustituto.